Pájaro Rengo

por lofredo

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Salar de Manaure – La Guajira – Colombia – Foto Gino  Lofredo (2007)

Un abuelo de Isidro pescaba perlas en un fondo cerca de la Isla Margarita cuando la cola de un ciclón lo cogió por el pellejo y lo soltó en La Guajira medio muerto. Los Wayuu lo curaron y lo alimentaron con sopa de mar y secos de chivo. Cuando mejoró volvió a lo de las perlas y le fue bien. Se prendó con una Guajira y aprendió a hablar con dulzura. Pasó más de un año hasta que los antiguos los dejaron casarse. Se sabe cómo evitar la inseminación: la mujer unta con prudencia el miembro masculino con un aceite espeso y negro hecho con tinta de calamar y grasa viva. El margariteño se hizo querer y quiso.

Después de casados tuvieron siete hijas y ningún varón. Siete mujeres. Siete bellezas. De la más joven nació Isidro en Cabo de Vela. Fue pescador y marinero. Recorrió el Caribe y aprendió las lenguas de las islas. Un tiempo trabajó en las Salinas cuando eran de todos.

Un hombre que decía ser sobrino o nieto del margariteño, por lo menos primo de Isidro, casi hermano incluso, ayudó a Retaguardia a sacar la Africana del salar donde se hundía como una almeja.

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Se hundía en el Mar Muerto. El arenal salado se la tragaba. A la vista de Sodoma y Gomorra. Pilares de sal. Palas mecánicas cargando volquetas de sal. El Reta intentaba impedir el naufragio con palos resecos atravesados bajo el cárter. El que pudo ser del mismo vientre de donde salió Isidro hizo acercar una buldózer que clavó la pala por debajo de la Africana, la zarandeó para separarla de la mezcla de sal y arena y la levantó al tope como si fuera un cangrejo, un ermitaño tímido en una mano infantil.  El operador retrocedió la máquina con la Africana inerte en alto. Los dos focos sobre los dientes de hierro en el filo de la pala son como dos ojos desorbitados, temblorosos, que le piden perdón por la torpeza de hundirse en el salitral arenoso. El Reta bosqueja una sonrisa triste pero alentadora, como si le dijera no te preocupes vieja que de esta salimos y no fue tu culpa más bien fui yo que me descuidé y no vi que estaba todo flojo ahí, tranquila vieja que ya salimos.

Dos trabajadores ayudaron a ponerla de pie. Con la manguera de agua dulce chupada de un tanquero le quitaron el susto y al segundo intento arrancó tosiendo un poco y agradeciendo efusivamente a todos los presentes, siguieron coleteando en las trochas trenzadas camino al Cabo de Vela. Cuando se alejaba alguien dijo que Dios cuida a los borrachos y a los veteranos que ya no saben lo que hacen, ¿no es cierto primo? A todo pescuezo le llega su guadañazo aunque se lo tape con la barba hasta el ombligo.

El Reta partió siguiendo de lejos a un camión que atravesaba el salar hacia una línea de alambres. A un lado de la trocha había cinco carretillas de madera cargadas de sal y unos puñados de paja. No había nadie más. Las carretillas estaban solas. Perfectamente alineadas como esperando que alguien diera la señal de largada y empezara un rally salino sin pilotos. El camión siguió. El Reta se detuvo y pasó un rato buscando una explicación a la escena en la que había sido insertado. Nada. No, nada no. Todo.

Llegó a Cabo de Vela siguiendo las huellas de la 4 por cuatro de dos italianos y dos españoles, de pronto el mar que parece ser el primer Caribe cierto, bruta bestia durmiendo una siesta de tranquila transparencia. Chozas, canoas, jaulas de arcilla esperando que las fondeen para cobijar langostas, cangrejo, ángeles, fundas de perico, y anguilas.

Llueve, es la cola del ciclón Dean que esta pasando justo al norte de Riohacha, entre la Guajira y el caserío de las dos banderas y las cuatro lenguas donde se juntan Haití y Santo Domingo, donde ahora también se está cayendo el cielo y se tuercen las palmeras hasta tocar con los cocos la arena y la espuma salada.

Un puesto de espejismos ofrece la felicidad del agua pura de coco bien helada en medio del laberinto de trochas de arena chupacabra. Un rostro digno pintado con ceniza negra. Ranchería sobre una loma. Silueta de un pastor niño sobre una roca contra el cielo nervioso y espeso de nubes al noreste, eléctrico.

Faro del morro Cabo de la Vela

Faro del Morro – Cabo de la Vela – La Guajira – Colombia – Foto Gino Lofredo  (2007)

Atardecer en la Punta del Morro después de una siesta. El Reta conoce a la Dra. Ercilia Maberek, Jueza de lo Penal dando cursillo sobre el Debido Proceso y los Derechos Humanos en Riohacha. Viene de Bogotá o de Medellín.  La gente de la Sierra se desata cuando toca el mar. El atardecer amarillo rojizo sobre la espalda virgen de sol, pecosa, cabello cobrizo. Chispas de sol en los ojos claros celebran ausencia de grises escritos judiciales. Pausa en el desfile de codicias y miseria. Pausa en la soledad del camino. Maberek se interesa en el viajero solitario. Que de dónde viene. Del Sur, de lejos, de allá. ¿Casa, familia, hijos? El Reta no le despega la mirada. Sonríe. Asiente. Hace un gesto abarcador como señalando más allá del horizonte.  ¿Y en qué trabaja? Jubilado dice y se ríe como si él mismo no se lo creyera. Motociclista a tiempo completo. Usted sí que tiene suerte. Sonríe. ¿Y antes? ¿Antes? Sí, antes de jubilarse. No habrá nacido jubilado. Hay que jubilarse de algo. El Reta está pegado a los ojos verdes de la Doctora Maberek.  Sí. Tiene razón. Lo que toca. Tantas cosas.

Cabo de la Vela Punta Morro

Cabo de la Vela – Punta del Morro – Foto Gino Lofredo (2007)

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Al Reta lo distrae algún recuerdo. Sólo un instante y vuelve a los ojos. Saca dos caramelos del bolsillo y convida. Está acostumbrado a que lo miren como bicho perdido. Pero Maberek parece mirarlo con ternura, como si él fuera el más joven, como si fuera un muchacho y no un veterano pidiendo pista al final del último vuelo. Caminaron de regreso a las chozas. Pasaron frente a la Africana. El Reta dijo algo acerca de dar un paseo.  Algún día me gustaría. Salimos de madrugada. El curso a las siete. Buenas noches. Sí, claro. Descanse bien. Y fin. Nada. Otro inconsecuente principio de calentamiento y cuando se apaga el generador y callan las de vaqueros. Palabras y risas en una choza. Sombras de vela entre el mínimo rumor del mar y en la Punta del Morro el faro repite el ciclo de 7 cortos puntos de luz y dos tiempos ciegos. Cactus, ripio, polvo, lagartos, conchas y moluscos incrustados en el cascajo guajiro. Fondo de mar con cabras. Camino a Uribia, capital indígena de La Guajira.

Aclara casi con frío en el Cabo de la Vela y lo que primero se oye entre sueños son los pescadores sacando los botes del mar, los golpes de remo, el regateo por la vida, proteínas para los  que pagan. Hacía mucho que no dormía seriamente en un chinchorro y se acordó cómo hacerlo atravesado. Aclaraba cuando sacaban la pesca. Una manta raya con cola de metro y medio se enredó por descuido. Le clavan en las agallas un gancho afilado y la arrastran hacia la arena seca. El pescador coge un tronco y la apalea. El animal ciego latiga la cola y el hombre la esquiva como saltando a la cuerda. La golpean hasta que deja de moverse. Dicen que es sabrosa y que se la pone dura hasta a los muertos. Dedo índice izquierdo al pliegue del codo derecho. Al Reta le gustaría desayunarse con filete de manta raya, arroz, queso de cabra y café pasado. Se le ocurre que se está volviendo Guajiro.

PLAYA GUAJIRA SOLA
Playa Guajira (2007)

Los italianos devoran langosta recién secuestrada del mar, los manotazos y pellizcos, pataleando la meten en la olla hirviente. Instantes de asombro, atroces quemaduras, rendición y paz en la reencarnación inminente, con arroz, plátano frito, queso fresco,  jugo de frutas y café con leche. Pronto estarán en Roma. Vestidos como se debe. Esquivando tráfico en una Vespa. Ni se imagina la langosta.

Un italiano explica a Retaguardia que en Europa ya no se puede y tampoco vale el esfuerzo. Somos profesionales dice: diez años en arquitectura de sistemas, sí, aunque no parezca. ¿Y sabes de qué vivo? Enseño a una docena de nostálgicos seniles como usar el Photoshop para juntar 500 euros al mes. Mejor no te cuento cómo completo el alquiler. Doy masajes en un Spa para las turistas de cualquier parte. Fisioterapias revitalizantes de lo que quieras: ¿De barro caliente? ¿De chocolate con crema? O prefieres el completo, el de pura mierda con enjuague urinario: Fetiche se llama. Las unto con lo que quieran les doy masaje y si quieren les doy por el culo. En Italia quedan modistas, mafiosos, diseñadores de interiores y bellos africanos superdotados genitalmente por el Demonio en Celo. No hay anillo que aguante, aquello son puños… Para trabajar en lo mío tengo que huir a Massachussets, Austin,  New Jersey  y llevarle las cuentas a Tony Soprano. ¿Sabías que nosotros armamos el programa de la Amazondotcom? Sí nosotros, italianos y meridionales le programamos a la Amazon la mejor herramienta de ventas por la red. ¡Masaje un cazzo! Estaba buena la langosta. Seguía coleando hasta que la pinté con ají. Putanesca.

El catalán cartunista desayuna con estilo propio: tres coca colas, dos aspirinas, dos tazones de café tinto, tres cigarrillos sin filtro. Luego respira hondo y eructa. Moja el carboncillo con la punta de la lengua y bosqueja la primera caricatura del día: el personaje es Ingrid, la niña que vende pulseras, que se burla de todos y muestra sin pudor su inteligencia. Está bien el dibujo pero Retaguardia no alcanza a leer la burbuja. Quizá diga: ¿y tú por qué no te callas, eh? El fotógrafo de ABC.Barcelona.es llega con dos cámaras al cuello y una en mano, saluda profusamente a todos los presentes, se felicita por lo que pudo tomar prestado del alba y prende un porro inhalando largo y profundo. Ingrid le pregunta si no es temprano para eso. Temprano era cuando empezó a despertar horas antes. El mar está ligeramente revuelto. El ciclón que se aleja sigue haciendo travesuras. En la radio del catalán alguien dice que está barriendo Jamaica,  que va, que vuelve, que quien sabe. Hay que alistarse para retomar el camino.

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Llovió durante la noche y la arena está más floja donde crecieron los charcos. Tan pronto se alejan del caserío los italianos en su cuatro por cuatro desaparecen en el laberinto de trochas y huellas. El Reta intenta seguirlos hasta que al pasar por segunda vez el mismo zanjón se da cuenta que los otros están perdidos y que mejor disfrutar con calma que intentar seguirles el tranco.  Cuando se sigue a alguien en camino desconocido se tiende a la distracción. Uno deja de buscar los referentes que necesita ordenar para orientarse.

En cuanto se alejan los punteros el Reta nota la diversidad que lo rodea en el desierto. Caseríos, cabras, la vegetación rastrera, racimos de espinas. Al prestar más atención al entramado de  trochas y huellas nota las diferencias:  unas transitadas después de la lluvia, otras cruzadas por las enredaderas del viento.  Unas que sólo van y otras que sólo vienen. Ramales menores que apuntan a un caserío lejano, un cementerio, un corral vacío. Sólo huellas de bicicleta por un costado y de llantas lisas de camión por otro.  Hay troncales, ramas, senderos peatonales, pasos de ganado, perros sueltos y cabras de patas flacas y ojos salidos.  Se le cruzan lagartos y aves corredoras, jaspeadas de gris, como gallinas enanas, de pico negro y sin cogote.  Ante tanta cosa viva y tanta forma nueva el Reta rueda tan lento como la arena le permite sin dejar de avanzar, evitando detenerse y que el suelo le chupe as ruedas y se lo trague.

El ronroneo de la Africana es parte de sí, como su respiración. No lo piensa. Lo oye sólo cuando no suena como debe.  Ahora atiende los sonidos más allá de sí  y de su monta. Es un zumbido guerrero, como el de  una sierra cortand metal. Se acercan y se alejan, estan por todas partes. Lo rodean. Son muchos. Se detiene en un parche de suelo firme y apaga la máquina. Se siente rodeado de motosierras volantes, chillonas, histéricas, invisibles. Le viene encima un enjambre de avispas enpericadas.  Algo inhumano se está comiendo el desierto. Mal paridos son los Bungas del Motocross. Tan rápido como llegan se alejan  por las trochas entre las dunas y desaparecen. No vuelve el silencio. Le queda un tintineo agudo, como si la punta de una aguja se apoyara contra el tímpano, y una sordera como las que dejan los megaparlantes asesinos de un concierto de rock.

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El primer pinchazo guajiro del viaje ocurre cuando la llanta delantera golpea de mala manera una piedra filosa, diez kilómetros antes de Uribia, cerca del mediodía, cuando el calor agarrotaba la nuca. Cuando la llanta se desinfla gradualmente al principio el conductor no se percata. Piensa que es el camino o que él mismo se distrajo o está mareado, quizá por no reponer los líquidos que le quita el calor seco del desierto. Luego nota que la moto no responde a sus toques de timón como debiera. Se desliza sobre la arenilla y el ripio suelto como si estuviese cansada y necesitara detenerse y vomitar. Para entonces ya no se puede intentar frenar. Se la deja rodar hasta que por sí misma se detenga. Siempre queda torcida, mal inclinada, con la trompa gacha, como si quisiera disculparse o estuviera avergonzada. El Reta la acomoda contra la banquina y le anuda al portaequipaje una franela roja que señale su presencia. Los italianos con el cuatro por cuatro deben estar más adelante y van apurados. Isidro se bajará en Uribia y ellos seguirán su camino solidario hacia el AirBus de Alitalia Cartagena-Roma. No tiene mucho que intentar. Solo no puede sacar y reparar la llanta.  Por la ruta no pasa nadie a esa hora. Esperará que cambie el viento, la hora, la suerte.

Trepa por el talud que bordea el camino en construcción y busca sombra entre unos arbustos de tronco espinoso. Apoya  la espalda contra una roca que dobla su altura. Está a unos 40 kilómetros del mar. No hace tanto tiempo las piedras removidas y expuestas cuando las máquinas trazaron el camino y abrieron las cunetas estuvieron en el fondo del mar.  Algunos millones de años. Tienen incrustados fósiles de crustáceos. Hay tantas. Busca las que muestran  las formas más completas, espirales con celdas, parte del espinazo de un pez si cabeza, la pinza de un cangrejo violinista, conchas cerradas, escondidas en la arcilla que se deshace al tacto en un talco amarillo y pálido. Se decide por tres piezas que le impresionan y las guarda en el bolsillo de la mochila. Hay hormigas rojas, culonas, voraces. Cargan disciplinadamente trozos selectos de hojas en un desfile voluntarioso que desaparece entre una piedra y el asomo de una raiz retorcida.

El calor y el silencio de la espera lo adormecen.  Un hombre mayor apoyado contra el peñasco lo ve y se acerca. Tiene aspecto de una persona de autoridad. Lleva un bastón labrado que le llega a la altura de los hombros. El hombre le alcanza el bastón a Retaguardia que se pone de pie para recibirlo. El hombre le habla en su idioma y Retaguardia cree entender que se trata de un bastón mítico de los palabreros Wayuu. Es un bastón de una madera oscura y muy dura, pesada, está labrado con la historia de la Guajira desde el arribo de un pájaro mensajero en la tormenta, la aparición del arco iris, la vida del mar, los barcos y batallas. Al Reta le parece que allí está todo lo sucedido desde el inicio hasta el presente en que todo termina. Todo labrado desde la empuñadura hasta la punta del estilete de plata apenas hundido en la piedra rodeado de fósiles marinos.

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Clávelo en la piedra, dice el hombre. Sin miedo. No se daña. Apóyese hasta que sienta corriente. Pídale  lo que quiere saber. Pregunte y escuche. No hay laberinto sin salida. Retaguardia se imagina que el bastón es un polo a tierra entre su corazón de bisoño aspirante a palabrero y sus viejos, sus padres y los padres de sus abuelos. Sí joven, para eso es, para escuchar a los de antes, los que le dieron la vida. Ellos saben del amor, la locura y las máquinas de movimiento. Tiene que estar con ellos para llegar sano a su destino. Es lo más importante: llegar sano a la muerte. Usted ya sabe a dónde apunta este viaje. ¿No es verdad? El bastón es el puente con su gente, los suyos, su tribu, su cuerpo y todo por la palabra. Le señalará por dónde, le ayudará a persuadir, integrar, le enseñará a cantar, enamorar, defenderse, a ser justo. Ya es muy tarde señor. Todo los errores ya fueron cometidos. ¡No sea tan pendejo carajo! Mírese en el ojo del bastón, usted es un crío que no termina de nacer y se queja de que ya es tarde. Bestia, que viva el cuento cabrito nuevo. Que viva el cuento. Y ya no llore.  Chúpese las lágrimas, trágueselas pendejo. Bueno y ¿cuántos bastones va a llevar? Le hago buen precio… No crea que son todos iguales, cada uno tiene sus detalles. Mire tranquilo sin compromiso Mister. El anciano ahora es un vendedor que ofrece artesanías a los turistas y los bastones son paraguas de colores. Uno no más Señor. Con uno me alcanza. Gracias. Me quedo con este rojinegro que me gusta. Me trae recuerdos.  El viejo le deja el bastón y Aparicio Retaguardia vuelve a cabecear, ni dormido ni despierto en el calor como un tábano, pesado y torpe. Isidro dijo que la Guajira salió del mar en el cuaternario. ¿Cómo sabe? ¿Qué es el cuaternario? Hace poco entonces. Cara de pescado tenía el viejo. Aparicio no presta atención a las aves que lo rodean de cerca: colibríes chupacactus, bichofeos de cabeza roja, hormigueros verdeamarillos, el gavilán merodeando como si no pasara nada, como si no tuviera en pantalla media docena de roedores y reptantes, almuerzos en potencia.

Salares – Manaure/Salta – Fusión G. Lofredo

El pitazo lo saca del sopor arenoso. La camioneta amarilla se detiene junto a la moto que abajo en el camino de piedra y polvo parece abandonada. El Reta ve que lo buscan. Deben pensar que se fue por ahí.  Es Isidro que vuelve al rescate con otro primo, con el afiliado a la cooperativa del gremio del volante. El Reta los ve conversar desde arriba pero aunque no entiende lo que hablan se le ocurre que se preocupan por él. La punta del bastón que le vendió el viejo no parece de plata, más parece de lata, sí acá se ve una mujer, … ga… Sar… dinas La Galle…

Hay que sacar al Alíjuna, al Aparicio, al Argentino Retaguardia, como se llame, qué coño, a él y a su moto hay que sacarlos hasta Uribia. Que la arregle y se vaya.  Por donde sea: que salga o se lo cargan. A Venezuela mejor. Medio día a Maracaibo y ahí tranquilo. Si se vuelve al sur quién sabe. No volver al sur se le complica peor.  Trepar en piedra es más fácil porque uno ve donde pisa. Bajar ciego y cansado es jodido. Acordate que te dije primo, al Gringo algún huevón se lo carga y si es en la Guajira nos endosan la factura.  Bien labrado el bastón y se agarra bien entre las piedras. Como que quitara el cansancio, buenazo. Del Alíjuna en moto hablan por todo lado. La doña en Tolú me dijo que había estado por Caño Limón, curioseando, decía que andaba perdido y que iba a la Punta que viajaba no más por gusto. Lo pararon los del batallón en la troncal y le dijo al capitán que era ingeniero de las minas y quería ver El Cerrejón. Dicen que le decía al Capi que eso era lo máximo, cosa seria, dice que insistía que con estos ojos quería verlo.  Ayer llegó de Cartagena y dicen que lo vieron en Tambacú queriéndose levantar una mulata que le había sonreído al veterano pero que tenía marido la verga de celoso. Decía que quería sacarle fotos, que era periodista de la ce ene ene. Cuando supo el negro salió a correrlo con el machete alzado.  Si no lo frenan en el paradero le da un sablazo y al barranco con moto y todo. Está loco ese. Sigue vivo de milagro. Loco no primo. Tonto tampoco. Es que se cree muchacho, cree que puede y le da palante. Como que se olvida… Apoyarse en el bastón le refresca la cabeza, le aturde menos el calor. Da un rodeo y sale al camino a un buen trecho delante de la camioneta.

Muchacho un carajo. O tiene un ángel que lo protege o está arreglado con el cornudo, porque nadie entiende qué hace ni para quién trabaja, y acá el que no está con nadie está con cualquiera, entonces si alguno se lo carga por deporte o por pendejo y si resulta que con alguien estaba entonces analice primo: ¿quién paga los gastos? a ¿quién le endosan la factura? Analice. Porque además fíjese que diga lo que diga que es de Central, que ni izquierda ni derecha, resulta que viaja con pasaporte del mismo Washington y estuvo en todo lado como Papá Noël. Sellos en chino, en árabe, y demás. Isidro y el primo siguen en la camioneta. El primo parece el más preocupado. Se limpia el sudor con un trapo. Isidro está más tranquilo. Ese en algo estuvo. Mire que hasta fue a Moscú. Ahí dice en el pasaporte, y en el Moscú de antes cuando todavía era ruso imagine. Hay que sacarlo primo. Si le pasa algo nos cargan la leña y dale bala con la matraca, jaleo. Mucho loco suelto primo, esto no da más. Ya mismo hay candela, verá mañana, verá. Ahí viene Don Aparicio mírelo y con bastón de palabrero viene. De dónde… Disculpe Isidro, Señor, me dormí con el calor ahí arriba hasta que pitaron.

Tranquilo Tío. Que acá estamos entre amigos y hay que hablar claro. A mi primo aquí lo conocen como Rosquillo. ¡Salúdense coño! Salúdense que acá nadie muerde a esta hora. Usted don Aparicio capaz que escuchó algo de lo que decía el Primo… No, qué voy a escuchar si estoy cada día más sordo. Algo les tiene agitados eso sí se veía desde arriba. Hablábamos que nos preocupa la salud de Usted. Lo que pasa es que a veces parece que no tiene claro dónde en dónde pisa, porque si está de paso y nos visita  queremos que disfrute y que cuando vuelva a su tierra se sienta bien, hasta que se lleve un amorcito de lo nuestro, ¿cierto? ¿De dónde era su tierra Don Aparicio?  Uno al final se olvida y entonces cualquier sitio da lo mismo pero yo soy del Sur, bien al Sur.

Subir la Africana al cajón de una camioneta es casi como cargar un muerto para llevarlo al entierro. No exagero y disculpe que no quiero faltar el respeto porque cada cual tiene sus cosas con los muertos y no me vaya a interpretar que la Africana, en fin que la moto pueda compararse con sus finados Don Isidro. Isidro y la niña Ingrid terminan de amarrar la Africana a los ganchos de frente y de costado. Animal resignado. Quieto. Sólo mira por los focos a un lado y al otro con la curiosidad de quién está lastimado y no sabe a dónde lo llevarán para que lo curen.  Primer transporte en camioneta. Subir la África que es como el albatros de Baudelaire. Divino en el aire acompañando al navegante sobre las olas. Torpe sobre la cubierta arrastrando las alas. La África en el cajón de la camioneta, desinflada por delante, renga de costado. El Reta sosteniéndola como para darle ánimo, que no llore, no se rinda. Un drama tener la moto lastimada…

Primo la cosa circula. Muchos saben. Gente amiga averiguamos. Nada malo con el veterano. Es como cualquiera. Un poco desgastado y el aire despistado como si viera las cosas de otro modo. ¿Será otro loco de la guerra, de las causas perdidas? Bueno eso somos todos: causas perdidas y guerras por ganar. ¡Ay mulata! Tus caderas me arrebata… no me mires así que me caigo al fondo de tus ojos… No me mires más así…

Bueno pero hay que salir de acá. Va a pasar el tren de las ocho y la seguridad está de punta y afilada. Está oscureciendo sobre el desierto. Refresca. Los vehículos encienden luces y se mueven en una polvareda como aureolas de santos en éxtasis. Tenemos que salir del camino hacer noche. Estamos cerca del Portete… La trocha empieza allí delante. El Reta ve una huella en el polvo que se insinúa apenas entre los arbustos,  a contraluz de un cielo  tardamente encendido.

Esa trocha va hasta la Bahía. Hasta donde el Muelle del Chema, que estuvo abandonado un tiempo por respeto, y donde ahora que están montando una discoteca megaláctica. El tiempo pasa pero no cura. En Portete están sólo las mujeres y los viejos, pocos pero buenos. Verá. Vamos que es tarde. El Reta se anima: sí Puerto Portete, la Bahía. Puerto Bolívar. Se podrá ver cómo se llevan el carbón? El tren de los cien vagones… Los cargueros sin tripulantes que se pierden en la niebla. Cállese. Escuche. Ese es el de las ocho. Viene de la mina va a Puerto Bolívar.  Escucha el ronquido distante y estable de los motores. ¿Qué quiere con el trencito? ¿Quiere cambiar la moto por una locomotora? Hacemos noche allí y mañana vemos como amanece… Me gustan los trenes desde chico. Ahhh.  Antes usaban una zorra para revisar y reparar los durmientes. Le decían zorra. Dos empujaban, sube y baja, un reloj. Acá son Brujitas. En los tramos abandonados la gente se empuja sobre los rieles con un palo como de escoba larga, empujan la zorra como canoa. Eso. Quiero poner la Africana bien amarrada en la zorra y con la rueda contra el riel. Una maravilla. Eso quiero hacer un día Rosquillo, y llevarla zorra cargada de niños y remontar barrilete. Cielo despejado. ¿Que dirán los de la mina? ¿Tío tú estás fumado?. ¿Qué le dieron además del bastón?

El Pájaro Rengo: Los marineros suelen divertirse cazando alguno de los grandes pájaros del mar que siguen como indolentes viajeros el barco que se desliza sobre abismos y amarguras. Apenas los arrojan sobre cubierta, los príncipes del cielo se vuelven torpes y avergonzados. Aflojan un ala enorme y la arrastran como si ya hubiera muerto.  Ahora débil e inútil el viajero. Grotesco. Con el tabaco encendido un marino le quema el pico. Rengo, inválido, casi vencido. Albatros.
Souvent, pour s’amuser, les hommes d’équipage
Prennent des albatros, vastes oiseaux des mers,
Qui suivent, indolents compagnons de voyage,
Le navire glissant sur les gouffres amers.

À peine les ont-ils déposés sur les planches,
Que ces rois de l’azur, maladroits et honteux,
Laissent piteusement leurs grandes ailes blanches
Comme des avirons traîner à côté d’eux.

Ce voyageur ailé, comme il est gauche et veule!
Lui, naguère si beau, qu’il est comique et laid!
L’un agace son bec avec un brûle-gueule,
L’autre mime, en boitant, l’infirme qui volait!

Le Poète est semblable au prince des nuées
Qui hante la tempête et se rit de l’archer;
Exilé sur le sol au milieu des huées,
Ses ailes de géant l’empêchent de marcher.

L’Albatros — Charles Baudelaire

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Ca

1. Portal de las Estrellas
2. Cruz del Sur
3. El Desierto Protector
4. Pijao de Oro y Almanaques
5. El Mago de Palmira
6. Maicao: Testigos Presenciales
7. Pájaro Rengo
8. Inolvidable Portete Bahía
9. Fuga de Acordeones
10. Pase sin Compromiso
11. Mecánica Sócrates y Juventus Spa
12. My Favorite Things
13. Mandrágora, Almizcle y Sándalo
14. Santa Gaza de Palestina
15. Complícame la Trama, Baby
16. Cambio de Bases
17. Le Business Model del Secuestro
18. Trastienda de Arenas Betancourt
19. Fantasías de Medellín
20. Trastienda de Fangio
21. Fondo de Ojo, Confesión en Seco
22. El Almirante, las Perlas y el Fraile
23. Pueblo, Riel y Carbón
24. Cambia, Todo Cambia
25. Despiste de Madrugada
26. Piernas, Cintura y Arrastre
27. La Trastienda de Satanás
28. Acople, Credos y Padre Nuestros
29. El Triangular de Job
30. La Máscara Roja
31. Precisas Instrucciones
32. Rapsodia de Sísifo
33. El Gran Escape
34. Gasolina Express