Burning Man Wheels
por lofredo
Enlaces recomendados
Burning Man
ADN.es
Como explica Kevin Kelly, la necesidad de planificación se ha ido incrementando con la densidad de modo que las reglas han ido aumentado con el tiempo conforme avanzaba el número de asistentes. Cuando solo participaban 2,000 personas, el proceso era prácticamente auto-organizado salvo unas pocas indicaciones sobre la situación de las calles. Pero con 40,000 personas, se necesita ya, por ejemplo, a un grupo de gente que gestione los sanitarios y un presupuesto elevado para financiar la burocracia que se necesita. Al tiempo han surgido algunas reglas adicionales, como las prohibiciones de tráfico rodado en las calles principales o la prohibición de armas de fuego. Pero, en todo caso, cada nueva norma ha generado una intensa opocisión de modo que éstas se han mantenido en un mínimo. Burning Man sigue siendo el territorio del caos y el desorden que, paradójicamente, ha funcionado de modo brillante. Se puede decir que Black Rock, el lugar donde se instala, sigue la «lógica del software» y existe en beta permanente. La pregunta sería hasta que punto este modelo es aplicable a ciudades basadas en una arquitectura menos efímera.Este video muestra la construcción de esta peculiar ciudad (que sería la tercera por población en el estado de Nevada) a lo largo del evento en 2007. La segunda partemuestra el desmantelamiento por los participantes de la instalación una vez acabado el festival y quemadas las obras. En 2008, Burning Man tiene como tema el American Dream.
El Festival del hombre ardiente (en idioma inglés, Burning Man) es un evento anual de seis días de duración que se desarrolla la ciudad de Black Rock, Nevada, Estados Unidos. Concluye justo en el Día del Trabajo, que en dicho país es en el mes de septiembre. Los organizadores del festival lo describen como un experimento en comunidad, de autoexpresión y autosuficiencia radical. El nombre del evento está tomado del ritual que consiste en quemar una gigantesca escultura de madera con forma de hombre durante la noche del sábado (sexto y último día de celebración).
El festival está organizado por la compañía Black Rock City, LLC, bajo la supervisión de uno de sus fundadores, Larry Harvey, y otros cinco miembros de consejo. Se lleva a cabo en los vestigios de un lago, en el desierto Black Rock en Nevada, a 150 kilómetros (90 millas) al noroeste de Reno.
Contenido[ocultar] |
[editar] Historia
[editar] 1986 a 1989
El festival del hombre ardiente es llamado así debido a un ritual sabático nocturno, en el cual se quema una estatua con forma de hombre.
El festival anual, que actualmente es conocido como «El hombre ardiente», es el resultado de la fusión de dos eventos, uno de los cuales comenzó como una fiesta de playa sin nombre definido que se realizaba durante el solsticio de verano en 1986. En esa celebración, Larry Harvey, Jerry James y algunos amigos se reunieron en Baker Beach, San Francisco, y quemaron una estatua de 2,4 metros de altura, hecha de madera con forma de hombre. También incineraron una más pequeña con forma de perro. La inspiración para quemar éstas figuras se ha mantenido en secreto por parte de Harvey, quien lo describió como un espontáneo acto de autoexpresión radical. La escultora Mary Grauberger, amiga de la novia de Harvey, había realizado reuniones artísticas en Baker Beach relacionadas con el solsticio de verano durante varios años antes de 1986. Una de las claves para el éxito de dichas celebraciones fue que Baker Beach era un área frecuentada por personas nudistas.
Harvey había acudido a algunas de las primeras reuniones en Baker Beach. Cuando Grauberger dejó de ofrecer sus fiestas, Harvey fue quien continuó con esa labor. Harvey le pidió a Jerry construir la primera estatua de madera de 2,4 metros de altura, que fue mucho más pequeña y rústica que las esculturas adornadas con luces de neón que se construyen en la actualidad. En 1987, la estatua había crecido a casi 4,6 metros de altura y en 1988 aumentó a cerca de 12.
Según Harvey, el uso de madera en la confección de las esculturas tenía un significado simbólico y fue una parte importante del ritual. También juró que jamás vería la película The Wicker Man, para que no influyera en su inspiración.
1990 a 1996
En 1990, un evento independiente fue planeado por Kevin Evans y John Law en los lejanos y casi desconocidos vestigios de un lago en el desierto de Nevada, conocido como Black Rock Desert. Evans lo concibió como un evento dadaísta con presentaciones de arte y esculturas temporales que fueran quemadas. Le pidió a John Law que fuera el organizador principal. En el periódico de la Cacophony Society se anunció el evento como «Zone Trip #4, un mal día en Black Rock» (inspirado en la película del mismo nombre).
Mientras tanto, se presentó un inconveniente para la realización de la fiesta de playa de Harvey y James: fue prohibida por la policía debido al riesgo que suponía quemar un objeto de esas dimensiones cerca de árboles y maleza. Luego de llegar a un acuerdo, se decidió construir la estatua, sin quemarla en la playa. Los organizadores del evento desarmaron la escultura y la guardaron en una parcela. Al poco tiempo, las piernas y el torso del «hombre» fueron cortados con una motosierra. Las partes fueron destruidas cuando la parcela fue inesperadamente arrendada como estacionamiento. La escultura fue reconstruida después por Dan Miller, el compañero de hogar de Harvey durante muchos años. Fue terminada justo a tiempo para llevarla a «Zone Trip #4», el evento que Law y Evans habían planeado en el desierto y donde también serían quemadas obras de arte contemporáneo.
De ésta manera nació la ciudad de Black Rock, organizada por Law y Michael Mikel, basada en la idea de Evans y con el simbolismo de James. Por siete temporadas, duplicó su tamaño cada año, añadiendo energía y creatividad. A fines de los años 1990, Evans y James se mudaron, y los tres restantes habían formado una asociación que poseía el mismo nombre y símbolo.
1997 a la actualidad
Imagen satelital de Black Rock City con su típica forma en C o semicírculo.
En 1997, el evento se había hecho más conocido y nuevamente había atraído la atención de la policía. Harvey y algunos de los nuevos organizadores formaron una sociedad de responsabilidad limitada para controlar el evento y solicitar los permisos del Departamento de Administración de Terrenos (Bureau of Land Management). John Law se retiró en forma de protesta.
Desde entonces, uno de los retos que deben enfrentar los organizadores ha sido mantener el equilibrio entre la libertad de los participantes y el cumplimiento a los requirimiento de diversos grupos ecológicos y la policía. Durante los años, numerosas restricciones han sido impuestas al evento, como un rígida organización vial, un límite de velocidad no superior a los 16km/hr, el manejo de carros artísticos no aprobados por BMorg, el uso de antorchas, fuegos artificiales, armas de fuego (incluso las descargadas) y la presencia de perros. Otra restricción importante es el área donde se realiza el espectáculo, cuyo límite está marcado por una cerca plástica de 11km de largo. Ésta barrera de 1,2m de altura es conocida como «la cerca de la basura», ya que su uso inicial era el de atrapar cualquier escombro que pudiera salir del evento. Desde 1998, los vestigios del lago que quedan detrás de la cerca plástica no están disponibles para los participantes del festival durante la semana en que éste se lleva a cabo.
En enero de 2007, John Law anunció que demandaría a Larry Harvey y a Michael Mikel para que todas las marcas registradas relacionadas con «El Hombre Ardiente» fueran parte del dominio público.
En la mañana del 28 de agosto de 2007, un hombre apodado «BMorg» fue arrestado por quemar la escultura del «hombre ardiente» casi cinco días antes de lo programado, durante el eclipse lunar. El sujeto había criticado las políticas de la organización del Festival del Hombre Ardiente previamente. Una nueva estatua fue construida justo a tiempo para ser quemada la noche del sábado, como estaba planeado.
Véase también
Enlaces externos
- Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Festival del Hombre Ardiente
- Burning Man. La apoptosis urbana y la capacidad organizadora del desorden
- Burning Man y la planificación urbana: la capacidad organizadora del desorden
- ¿Dónde está ubicada Black Rock City?
- Arquitectura efímera en Burning Man
- Burning man, el festival “neohippie”
- Planificar ciudades con pocas reglas: de Oslo al desierto de Nevada
- Burning Man: postales de una utopía
- Visita Burning Man
- Llévame al desierto
- Burning Man: una semana de fiesta en el desierto
- Burning Man 2007, video 1
- Burning Man 2007, video 2
- Burning Man 2006 en Google Earth
Burning Man: Postales de una utopía
por Gustave » Jue May 10, 2007 7:46 pm
– un señor regaló 10.000 bochas de helado
– cientos de personas disfrazadas de conejos se manifestaron exigiendo «bunny power»
– presenciamos uno de los mejores shows de magia del mundo
– una mujer dictó clases de oboe
– en un «mate lounge», un grupo de norteamericanos se juntó a tomar mate y jugar al ping-pong
– hubo una tormenta de polvo ante la que fue necesario protegerse con antiparras y mascarilla
– una nena de 10 años cantó un blues de los Stray Cats, con la confianza de una profesional, frente a cientos de adultos que escuchaban extasiados
– una enorme serpiente mecánica de metal se movía en el centro del campamento y escupía fuego
– unos trapecistas hicieron un número de acrobacia colgados de dos grúas gigantes de construcción, disfrazadas de flor
– rayos láser atravesaron la atmósfera helada del desierto a medianoche
– decenas de autos, ómnibus y camiones se desplazaron por el desierto convertidos en obras de arte sobre ruedas (llamados «art-cars» o «mutant vehicles»)
– una señora dio un seminario sobre agricultura orgánica
– varios jóvenes se juntaban por la noche a practicar capoeira
– un señor ofrecía practicar enemas de café
– gente de todas las edades saltaba durante horas sobre camas elásticas
– un señor desnudo subido al capot de su camioneta declamó poesía sufi mientras regalaba arroz con mango a quienes pasaban a su lado.El año pasado realicé un viejo sueño y pude ser parte de este universo absurdo. El programa de la feria del libro se vería más bien raquítico en comparación con el programa de actividades del Festival. Cada mañana, durante los 7 días que viví en el desierto, me levantaba con un plan definido. Cada desayuno preparaba mi jornada, mis actividades, mi itinerario. Ni una sola vez llegué a destino: siempre en el camino sucedió algo más interesante, algo que desvió mi atención.Imagino que algún lector pensará: «bueno, suena a rejunte de hippies decadentes». No estén tan seguros. Larry Page y Sergei Brin, los fundadores de Google, no se han perdido ni una edición del Festival durante los últimos 10 años. Mis vecinos de campamento incluyeron a un ingeniero turco que diseñaba teléfonos para Nokia, un escritor de guiones para Hollywood, y un ejecutivo de Oracle. Digamos que los asistentes no se ajustan exactamente al estereotipo del hippie.La ciudad que se forma durante esa semana en el desierto se organiza como un círculo con avenidas concéntricas. Las calles y las plazas tienen nombres. Dentro de la ciudad, llamada Black Rock City, hay barrios y zonas, y dentro de ellos campamentos, cientos de campamentos, organizados por afinidades temáticas. Solo por dar un ejemplo, está el Barbie Death Camp & Wine Bistro, un campo de exterminio para barbies. Otros campamentos tienen nombres tan crípticos como Hair Of The Dog, Industrial Waste Adoption Center o Kamp Kammaniwannalaya. En mi caso, me alojé en Kids Camp, el campamento especialmente pensado para las familias con niños pequeños. Podría escribir un libro acerca de lo que esas criaturas vivieron, aprendieron, y nos enseñaron en una semana.OK: tenemos las 35.000 personas. Tenemos las actividades. Tenemos el desierto. ¿Cómo coexistir durante una semana? Ahí hay mucho trabajo puesto, mucho pensamiento, mucha cultura y mucho esfuerzo. Por ejemplo: nadie, pero nadie, tira basura al piso. Nadie descuida los baños químicos. Prácticamente no hay conflictos, ni robos, ni violencia. Lo cual es asombroso, considerando la presencia de alcohol y drogas en el festival, y la relativa ausencia de agentes del orden. Explicar cómo sucede este prodigio de amor, buena onda y convivencia consumiría demasiado tiempo y un buen número de hipótesis endebles. Pero es hermoso constatar que es posible. Ciertamente, no es un milagro, es el resultado de un enorme trabajo de concientización.Hegel decía: «Para hacer algo grande hay que saber limitarse». Burning Man muestra que, paradójicamente, para vivir en un estado de libertad extrema (que no es caos) hay que autoimponerse ciertas restricciones. Restricción principal: no se puede usar dinero. Si te descubren sacando un billete para pagar un bien o un servicio, te echan. Todo se regala. Todo. Los cursos, los tragos en los bares, las fiestas, los shows, la comida. Todo es gratis. Casi nadie llega al festival con las manos vacías; es parte fundamental de la preparación el decidir qué regalar. Todo el tiempo, uno da lo que tiene y recibe de otros. Es conmovedor ver gente despilfarrando sus fortunas personales en construir las discotecas más fantásticas en la mitad del desierto, sólo porque son hermosas, sólo para celebrar. Y desarmarlas, reducirlas a la nada, una semana más tarde.Hay otros principios fundamentales para un buen «burner» (participante en el festival). Por ejemplo: no hay espectadores, todos son participantes. Todos los recursos valen para auto expresarse radicalmente: el lenguaje, la ropa, los regalos. Pero incluso este ejercicio en auto-expresión radical encuentra límites: hay que respetar a los demás y hay que cuidar el lugar. Los organizadores trabajan mucho para minimizar el impacto del festival sobre el delicado ecosistema del desierto. Los rangers (especie de participantes-policías voluntarios) predican «Leave no trace» (no dejes marcas; limpiá y levantá todo lo que tires).El arte es uno de los protagonistas del festival. Es muy interesante encontrarse con esculturas e instalaciones en este contexto. En la inmensidad del desierto, las piezas se nos vuelven más cercanas. El arte está ahí para tocarlo. Mi hija se hizo experta trepadora de artefactos extraños. Es lo contrario de lo que sucede en el ambiente claustrofóbico de los museos, donde un guardia y una soga nos imponen una distancia kilométrica frente a una obra intocable, sin contexto, incrustada sin más en nuestro presente.Mi experiencia en Burning Man fue fuertemente urbana. Mi actividad favorita era salir a vagar por Black Rock City solo, de noche, explorar cada recoveco, y meterme en todos los bares. Uno puede hablar con quien quiera. Todos te responden. Todos están de buen ánimo. Todos te invitan un trago. Nadie desvía la vista. Si decís algo que los conmueve, te abrazan. En un par de días ya había elegido mi bar favorito: uno en el que servían únicamente Absinthe (ajenjo), una especie de licor de anís con hierbas que a principios del siglo XX fue muy popular entre los intelectuales parisinos.La última noche quemamos todo. El ritual comenzó con un baile frenético con antorchas. Después hubo fuegos artificiales; y después se incendió, como todos los años, la figura de unos 30 metros de alto de un hombre, ubicada en el centro exacto de la ciudad. Finalmente, ardieron los distintos templos y esculturas de la ciudad. Fue la culminación de la catarsis. Al día siguiente emprendimos la retirada: más livianos, más felices… transformados.
By Bruce Sterling Thursday, August 29 Stopped at the gas station for directions to the Burning Man Festival. Grizzled, portly Nevadan local growls: «If ya have to ask, you don’t belong there!» As if anybody was gonna drive all the way to Gerlach, Nevada (population 340), for some other reason.The gas station was packed with mobile homes and junker slackermobiles. The guy relented and gave us directions. Seems a multiple-pierced and tattooed lovely in a clingy peach taffeta costume had melted his heart. Drove 16 miles. Then drove another 12 miles across the bottom of a very dead lake. Driving across the playa is like space travel: you point the front of the vehicle into emptiness and launch. Gaseous tails of flying white dust spurt up like jet exhaust. Cars and trucks leave huge wakes on the horizon, like white prairie fires. If the wind kicks up, the world becomes a twilight zone of milky haze. Driving fast in a whiteout dust fog is an excellent way to get killed. We’re in a 22-foot Ford recreational vehicle, in which I’ve brought the family to Burning Man: Nancy Sterling (wife, mom), Amy Sterling (9 years), and the littlest desert fox, Laura of Arabia, a hardened travel veteran at 4 months. We’ve never lived in an RV before. It’s a mutant cross between an aircraft and a small chunk of suburbia. It’s brand-new, but it shudders, moans, vibrates, rattles, squeaks, and emits foul generator exhaust. Reached the camp, found a place to park, got out to walk around. Maybe 500 vehicles here already. People are setting up tents, parachutes, awnings, tiki torches, tribal flags. The lake bed is a Euclidean plane with zillions of dry fractal cracks. The parched Nevada mountains of the Black Rock Desert rise on three sides. Weary treeless hills full of sullen majesty. Friday, August 30 A guy got killed last night. He rear-ended a truck while zooming along the darkened playa on a blacked-out motorcycle. The place feels like the afterlife. When you walk across it, you just drift over endless cracked whiteness, lifting your feet maybe a quarter inch from the surface. It’s all mobile; it’s all temporary. Twist the ignition key and drift with the wind. Burning Man is an art gig by tradition. Over the longer term it’s evolved into something else; maybe something like a physical version of the Internet. The art here is like fan art. It’s very throwaway, very appropriative, very cut-and-paste. The camp is like a giant swap meet where no one sells stuff, but people trade postures, clip art, and attitude. People come here in clumps: performance people, drumming enthusiasts, site-specific sculptors, sailplane people, ravers, journalists, cops. I’m a journalist and a newbie, but even I can tell the pros from my fellow newbies. The veterans have brought their own pennants, bicycles, flashlights, and tiki torches, plus enough water for anything. The alkali dust is like a fine and bitter talcum. It gets into everything, so why fight it? Just throw off your clothes. Keep maybe a straw hat, shades, and boots. Throwing off all your clothes is the cheapest, quickest way that was ever invented to cop an attitude. It’s also a cool youth-culture solidarity move. Young people look great without clothes. Young people don’t need ‘em. Vehicles have scattered all over the playa. It’s as if a giant bowl of mixed nuts had dropped off a kitchen counter onto white linoleum. The parachute-covered Central Camp does duty as the broken bowl. All around it are cashews, peanuts, and sunflower seeds: dinky pup tents, some bigger pop tents, RVs, pickups, trailers. There’s even an honest-to-goodness geodome erected by some ambitious guys who have brought a crane. Their towering construction crane arouses much envy, and they get to boast of having «the biggest tech on the playa.» The streets are vaporous formalities. They’re premarked with tiny colored plastic flags: the flags get bent, they get stepped on, they even get run over. But once the idea of a street is established, the community standard holds. You’re not supposed to throw anything away on the playa. You’re supposed to leave nothing at all. The idea of leaving no visible trace is a central part of the Burning Man zeitgeist, a performance-art process move. The organizers are very specifically eco-correct – maybe because they’re so lighthearted about tolerating most anything else.
Bruce Sterling (bruces@well.com) lives in Austin, Texas. His latest book is Holy Fire. Talk with Bruce Sterling on Wednesday, November 6, at 5 p.m. in the Wired Arena (www.wired.com/arena/). _